domingo, 11 de julho de 2010

Constitucionalismo latino americano - chavismo

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'Aló', presidente
El socialismo "a lo venezolano" de Hugo Chávez es un claro ejemplo de los regímenes populistas sudamericanos que se inician con el peronismo argentino. El historiador Carlos Malamud estudia este fenómeno en un libro del que publicamos un extracto
CARLOS MALAMUD 11/07/2010



Dijo el presidente venezolano Hugo Chávez que "la causa esencial de la Revolución Bolivariana es buscar más y mejor nivel de vida para todos, en la lucha por instalar en Venezuela un nuevo sistema social, económico, político: el socialismo criollo, a lo venezolano". La llegada de Chávez al poder en 1999, producto de la implosión del sistema de partidos políticos en su país, impulsó grandes expectativas de cambio. Si bien Chávez se ha mostrado muy eficaz en el desmantelamiento del orden anterior, evidencia serias dificultades para construir un modelo alternativo. Desde el comienzo de su gestión, se propuso llevar adelante una estrategia que le permitiría mantenerse durante largo tiempo al frente del Gobierno, para lo cual era necesario dar la vuelta total y profundamente al sistema político imperante, y para ello impulsó de forma acelerada una profunda reforma constitucional (...).

Populismos latinoamericanos
de Carlos Malamud.

Ediciones Nobel.

Precio: 19,90 euros.

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A diferencia de lo ocurrido en Cuba, Chávez llegó al poder mediante unas elecciones que ganó clara y limpiamente

La oposición quedó desarmada frente a un presidente atípico, que apelaba a la relación directa con la gente

Aunque Venezuela se redefiniera como bolivariana, mantuvo sus atributos de clientelismo y nepotismo

El adjetivo "bolivariano" implica literalmente más nacionalismo y más retórica antinorteamericana
Hugo Chávez ganó sus primeras elecciones con un amplio apoyo social, que incluía sectores importantes de la Iglesia, medios de comunicación, clases medias, sindicatos de trabajadores y gremios empresariales, Fuerzas Armadas y, por supuesto, de las clases populares. Una vez instalado en el poder y tras impulsar su reforma constitucional, la crispación y la división social se convirtieron en una herramienta de movilización de sus fieles y de quienes se vieron reflejados en la "revolución bolivariana". Sin embargo, la magnitud y el calado de las transformaciones y reformas producidas han llevado a numerosos analistas a cuestionarse la profundidad y la naturaleza de la revolución. Así, cabe preguntarse si efectivamente estamos frente a un verdadero movimiento revolucionario o frente a una reedición del clásico estatismo latinoamericano o del populismo de mediados del siglo XX, de contenidos nacionalistas y antiimperialistas (antinorteamericano), que tuvo en el peronismo su manifestación más clásica y acabada.

Es indudable que el significado profundo del chavismo, tanto dentro como fuera de las fronteras venezolanas, habría sido muy diferente de no haber mediado dos hechos decisivos. Primero, la confluencia y sintonía personal, política e ideológica entre los comandantes Hugo Chávez y Fidel Castro, y segundo, la importante escalada en los precios del petróleo hasta 2008, que han permitido al régimen contar con los recursos necesarios para impulsar y financiar sus proyectos tanto dentro como fuera del país.

Si por revolución entendemos una transformación acelerada y profunda de las estructuras políticas, económicas, sociales y culturales, es evidente que en Venezuela no se ha producido ninguna, más allá de lo que señala la propaganda oficial. Repasando las estadísticas de distribución de la sociedad venezolana a fines de la década de 1990 y en la actualidad, se observa que no se han producido transformaciones sociales dramáticas entre ambas fechas, más allá de ajustes normales, consecuencia de procesos de ascenso y descenso social. En abril de 2008, el Gobierno venezolano lanzó una nueva misión, la "13 de abril", en recuerdo de la fecha en la que Chávez recuperó el poder en 2002, cuyo principal objetivo era luchar contra la pobreza y el atraso, y profundizar en la construcción del socialismo del siglo XXI. Si tras casi nueve años de gobierno sigue siendo necesario movilizar importantes recursos del Estado para combatir la pobreza y el atraso, resulta complicado evaluar el cumplimiento de los principales objetivos de la "revolución bolivariana".

(...) A diferencia de Cuba, donde la revolución barrió literalmente el sistema político, económico y social preexistente, e introdujo una nueva legitimidad basada en el liderazgo indiscutido de Fidel Castro, lo que ocurre en Venezuela es totalmente diferente. Hugo Chávez llegó al poder mediante unas elecciones que ganó clara y limpiamente, por lo que su incuestionable legitimidad de origen hay que verla en el sistema democrático del país y en las elecciones, a las que recurre una y otra vez en búsqueda de legitimidad.

Como la legitimidad de origen de Chávez depende de las urnas, y no de una revolución, a diferencia de la cubana, la redacción de la nueva Constitución venezolana fue producto de una singular interpretación legal que permitió eludir los mecanismos constitucionales de reforma previamente establecidos. (...) Si bien se quiso dotar a la nueva Constitución de un significado revolucionario, introduciendo dos poderes más (el ciudadano y el electoral) junto a los tres clásicos (ejecutivo, legislativo y judicial) y algunos mecanismos para reforzar la participación popular y la democracia participativa, el producto resultante fue un híbrido incapaz de acabar con los mecanismos formales de la democracia o conducir al país a un sistema económico más estatista o colectivista.

Las características de la última y fracasada reforma constitucional muestran las limitaciones del Gobierno bolivariano y su necesidad de someterse al Parlamento y a la legalidad, por más que tenga una Constitución redactada a imagen y semejanza de Chávez y que de momento no exista ninguna oposición parlamentaria. La aplastante mayoría del oficialismo en la Asamblea Nacional se debe al suicidio político de la oposición, que se abstuvo de participar en las elecciones parlamentarias de 2005. Estas limitaciones explican la sanción de "leyes habilitantes" para aprobar leyes sin la intervención del Congreso, aunque, al igual que en 2007, tuviera una amplia mayoría parlamentaria. De otro modo, su legitimidad de ejercicio habría sido invalidada. (...)

La nueva Constitución decretaba el inicio de la Quinta República, ya "bolivariana". Pese al cambio de nombre, el país seguía siendo "un Estado federal democrático social de derecho y justicia", lo que permite insistir en el carácter no revolucionario del régimen, si bien se cambió el sistema de gobierno de representativo a participativo, y la Constitución reconoció nuevos derechos políticos, económicos, sociales, familiares, educativos, laborales y de la salud. La reforma reforzó el poder del presidente, al que permitía una única reelección inmediata; amplió su mandato de cinco a seis años, eliminó el Senado y convirtió al Parlamento en unicameral (la Asamblea Nacional); además, introdujo el referéndum revocatorio para los cargos de elección popular y reforzó determinados mecanismos para garantizar la participación directa de los sectores populares en la vida pública.

Pese a la profundidad de algunas reformas constitucionales, no se produjeron cambios importantes en el sistema político, las estructuras sociales o las instituciones económicas. La democracia electoral, el capitalismo y el Estado de derecho, con mayor presencia del Estado, continuaron siendo el esqueleto legal y jurídico del país, que seguía girando en torno al petróleo. Por más que Venezuela se redefiniera oficialmente como bolivariana, mantenía sus atributos tradicionales, especialmente notables en el clientelismo y el nepotismo. (...)

La conquista del aparato del Estado fue una de las prioridades de Chávez tras su primera victoria electoral. Militantes del MVR y Patria para Todos (PTT) y militares del MBR200, y otros grupos e independientes aliados coparon los principales puestos de la Administración, mientras comenzaba la limpieza de los cuadros de los partidos tradicionales de la función pública. (...) Pronto quedaron claras las líneas maestras del Gobierno: mejora de la situación de los sectores más desfavorecidos (cancelación de la "deuda histórica"); proyectos cívico-militares en línea con lo definido por Ceresole, como el Plan Bolívar 2000; acercamiento a Cuba y alejamiento de Estados Unidos, y mayor protagonismo en la OPEP para mantener altos los precios del crudo. El Gobierno insistía en las diferencias sociales y el antinorteamericanismo para movilizar a los sectores más afectos. Por un lado, acentuaba las diferencias entre la oligarquía y los desheredados. Por el otro, apelaba a los sentimientos nacionalistas remarcando las diferencias con George W. Bush y la "guerra asimétrica" contra Estados Unidos. Su introducción le permitió justificar el programa de compra de armas, difícil de presentar de no mediar una posible invasión norteamericana, e incidir en la movilización popular a partir del programa de reservistas, lanzado en 2005. En palabras de Chávez, se trataba de movilizar a dos millones de hombres y mujeres en defensa de la patria. (...)

Chávez llegó al poder gracias al desplome del sistema político venezolano y la práctica desaparición de los dos grandes partidos, AD y COPEI. Esta situación facilitó su triunfo y creó las condiciones para mantenerse en el poder. La oposición quedó desarmada frente a un presidente atípico, con un discurso inusual, que apelaba a la relación directa con la gente (su programa televisivo Aló, presidente es un claro ejemplo). Por si esto fuera poco, la agenda social, que le daba acceso a los sectores populares, fue abandonada por una oposición que no supo encontrar un camino, un discurso, una organización y unos líderes que estuvieran a la altura de las circunstancias y supieran llegar a la gente. Es más, algunos de los logros gubernamentales fueron descalificados por la oposición al incluirlos, sin matices, dentro de la estrategia marxista, comunista o castrista del Gobierno. Mientras la oposición siga planteando la vuelta a lo anterior, en vez de presentar propuestas alternativas de cambio, sus opciones seguirán siendo mínimas.

La crispación política inicial sumió en el desconcierto a la oposición, que no sabía si enfrentar a Chávez con métodos democráticos o con mecanismos violentos y golpistas. Algunos incitaban al magnicidio, por un camino que condujo al intento del golpe de 2002 y al paro petrolero. El desconcierto se mantuvo tras el referéndum revocatorio, y por eso se insistió en las denuncias de fraude electoral y manipulación. Es verdad que la Lista Tascón, el listado de firmantes que solicitaban el referéndum, sirvió para perseguir y depurar a funcionarios opositores y para cancelar contratos públicos con empresarios desafectos al régimen, pero el apoyo al régimen era innegable. En lugar de reivindicar como un triunfo las numerosas firmas conseguidas y el 41% de los votos y prepararse para participar en condiciones en las elecciones presidenciales de 2006, la oposición volvió a inclinarse erróneamente por la denuncia y la confrontación. (...)

La derrota en 2007 de la reforma constitucional, vinculada para algunos con el fracaso de las misiones, fue un golpe para el proyecto político de Chávez. La nueva Constitución debía permitir la reelección indefinida del presidente, pero no de los otros cargos electivos, lo que provocó un gran malestar entre los cuadros y dirigentes chavistas, especialmente en los Estados del interior. A la vez, la reforma buscaba consolidar el proyecto socialista. El articulado propuesto avanzaba más en la senda de reforzar la participación estatal en la economía que en crear instituciones de producción colectiva (cooperativas) o nuevas formas de propiedad distintas de la privada. Un argumento central de la oposición fue denunciar la introducción de nuevas formas de propiedad, que creó inquietud y temor en vastos grupos de la población, a la vez que aumentó el clamor sobre el contenido comunista o marxista de la revolución. (...)

(...) La mayor limitación del sistema bolivariano proviene de su dependencia del sistema electoral, que también presenta en las instituciones, la justicia e, incluso, en la propia Constitución que reformó para hacer viable su Gobierno otras claves de por qué la "revolución" no es tal. Las transformaciones del sistema político y económico y las nuevas instituciones impulsadas por estos cambios solo han permitido el ilimitado incremento de la participación del Estado en todos los ámbitos de lo cotidiano y el reforzamiento del poder personal del presidente. Esto no quiere decir que muchos de los dirigentes del PSUV y de los seguidores del proceso no sean marxistas, castristas o comunistas, o no quieran hacer una verdadera revolución socialista, inclusive mediante la lucha armada, pero no son estos, de momento, los hilos conductores del proceso político que está teniendo lugar en Venezuela.

La falta de una verdadera revolución y la dependencia electoral de la legitimidad del régimen bolivariano han impedido a Chávez profundizar en el proceso que él mismo encarna con tanta claridad. La prueba más palpable ha sido la derrota en el referéndum para la reforma constitucional de diciembre de 2007, la primera derrota del proceso en las urnas, una derrota que no ha tenido consecuencias mayores dada la gran debilidad de la oposición. Sin embargo, como se ha señalado previamente, es el carácter no revolucionario sino estatista lo que define el día a día del proyecto estratégico del comandante Chávez, que bajo el adjetivo "bolivariano" implica literalmente más nacionalismo y más retórica antinorteamericana.

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