Sábado, El Pais 11/7/2009, 21:59 h
La modestia del gran profesor
JOSEP RAMONEDA 11/07/2009
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En una sociedad democrática el destinatario de la filosofía política es el conjunto de los ciudadanos. Y a ellos se dirige sin otra autoridad que la que se deriva de su propia tradición -es decir, "del trabajo conjunto de unos autores y de sus lectores"- y del uso de la razón humana. Desde esta modesta perspectiva, John Rawls, el autor de la Teoría de la Justicia, afronta la enseñanza de la filosofía. Advirtiendo, además, de que en una sociedad democrática la filosofía política no puede ser "la que determine la verdad sobre la justicia y el bien común" al modo platónico, sino que forma parte "de la cultura general de fondo".
Lecciones sobre la historia de la filosofía política
John Rawls
Traducción de Albino Santos Mosquero
Paidós. Madrid, 2009. 592 páginas. 29 euros
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Éste es el espíritu que preside Lecciones sobre la historia de la filosofía política, libro que reúne materiales de las clases de Rawls en la Universidad de Harvard. Sus textos preparatorios de las clases, modificados de un año a otro, a medida que su visión de los autores evolucionaba, sus notas para los estudiantes, no eran en principio escritos para ser publicados. Pero Rawls accedió a ello y escribió un texto introductorio. El volumen reúne sus lecciones sobre los autores que, a su juicio, contribuyeron más decisivamente al desarrollo de las doctrinas democráticas: los contractualistas Hobbes, Locke y Rousseau; los utilitaristas Hume y Stuart Mill; y el crítico del liberalismo Marx. A modo de apéndice se incluyen las lecciones sobre dos autores recurrentes en los trabajos de John Rawls: Henry Sidgwick y Joseph Butler. Su aproximación a estos pensadores parte de un triple criterio: una doctrina no puede juzgarse si no es en su mejor versión; cuando aparece un problema en la obra de un autor hay que buscar la solución que él aportó, no la nuestra; y la filosofía se aprende filosofando, ejerciendo el talento de la razón.
Esta serie de lecciones debe entenderse como una aproximación a los fundamentos de la democracia liberal, que es el sistema político al que Rawls ha dedicado su obra. Lo que obliga al filósofo a plantearse el papel de la filosofía política en las dos variantes de la democracia liberal, la constitucional y la mayoritaria. Tema de enorme actualidad entre nosotros, por ejemplo, cuando el Tribunal Constitucional ha de pronunciarse sobre un texto legal -el Estatuto de Catalunya- aprobado previamente por dos parlamentos y por la ciudadanía de Cataluña en referéndum. Rawls se inclina "por aceptar el control judicial de la Constitucionalidad", pero "la cuestión debe ser considerada por los propios ciudadanos democráticos". Y añade: "Incluso quienes apoyan el control judicial de la constitucionalidad dan por sentado que, en la política cotidiana, las mayorías legislativas son las que normalmente gobiernan". Por eso Rawls otorga gran importancia al papel educativo de la filosofía política como alimentadora del sustrato cultural de fondo que da solidez y consistencia a una sociedad democrática.
Como parte de la cultura política pública de una sociedad, la filosofía política tiene, para Rawls, cuatro funciones: una función práctica en el terreno de los conflictos políticos divisivos, para buscar una base subyacente de acuerdo filosófico y moral, que permita salvar la cooperación; una función de orientación, es decir, de razón y de reflexión, que debe servir para que los ciudadanos fijen sus objetivos y propósitos básicos como sociedad, más allá de los objetivos y propósitos individuales; una función de reconciliación, que requiere guardarse del peligro de que la filosofía política se convierta en mera defensa de un statu quo injusto e indigno, es decir, en una ideología; y una función de verificación de los límites, es decir, de lo realmente practicable, la filosofía política como "algo realísticamente utópico". Rawls rechaza el cinismo de quienes creen que la política es estrictamente la lucha a muerte por el poder, porque si aceptamos este principio socavamos cualquier idea de sociedad democrática.
En la base de la democracia liberal está el contractualismo. Y éste es el eje que articula las lecciones de Rawls. "Las instituciones del mundo social deben tener una justificación que, en principio, esté al alcance de todos y todas y, por lo tanto, sea justificable a todas las personas que viven al amparo de aquéllas. La legitimidad de un régimen liberal depende de tal justificación". A partir de aquí, afronta a los clásicos del liberalismo con tanta claridad como respeto. Interpelándoles con cuestiones precisas: ¿qué es la naturaleza humana en Hobbes? o ¿cuál es el régimen justo y el papel de la propiedad en Locke? o ¿cuál es la relación entre voluntad general y justicia en Rousseau? o ¿en qué es injusto el capitalismo para Marx? Ejemplos de preguntas ante las cuales los autores se extravían en algunos momentos de su viaje intelectual, sobre las que Rawls invita a los estudiantes a reencontrar en los mismos filósofos interrogados el camino de la respuesta adecuada. Así se enseña la filosofía.
sábado, 11 de julho de 2009
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